Nuestra siguiente escala, tras la visita a la Costa Azul francesa, era Marsella.
El día en Marsella amaneció completamente cubierto y lluvioso
y ni siquiera me atreví a dar mi paseíto diario por cubierta.
Así que nos levantamos más tarde de lo habitual y nos fuimos directamente a desayunar al GDR.
Como la cena del día anterior había sido bastante ligera, decidí probar los huevos de Oceanía y comprobar si efectivamente los hacían al gusto exacto del cliente
.
¡Puedo dar fe de que es totalmente cierto!
Por cierto, no encuentro la foto del menú del desayuno en el GDR pero ¡¡hay hasta platos de pescado y chuletillas de cordero!!
Yo seré glotona pero os confieso que ver desayunar a un americano un plato lleno de chuletas de cordero, con salsas a elegir, pure de patatas y verduritas hervidas me pareció un poco fuerte.
Conociendo Marsella desde el tren turístico
Como os anticipé, el día estaba horrible, pero pertrechadas con nuestros chubasqueros y el paraguas cortesía de Oceanía decidimos aventurarnos para conocer Marsella.
La naviera había dispuesto autobuses gratuitos desde el puerto de Marsella, que está bastante alejado de la ciudad, hasta el Port Vieux, en el centro de Marsella (que además de lluviosa se encontraba totalmente levantada por obras y había unos atascos monumentales).
El autobús nos dejaba justo en la parada del tren turístico de Marsella y vistas las inclemencias meteorológicas, pensamos que esa sería la mejor opción, aunque nos equivocamos un poco.
Aquí podéis comprobar como hasta dentro del tren el agua nos calaba hasta los huesos:
Lo cierto es que el día no invitaba para nada a hacer turismo.
Ni tan siquiera podías hacer fotos, porque todo estaba gris.
Lo que se suponía serían unas vistas maravillosas desde Notre Dame de la Garde se había transformado en esto:
Además, las escaleras que había que subir bajo la lluvia para acceder a su interior, así como las colas que había en la parada del trenecito, nos hicieron desistir de nuestra idea de bajarnos y conocer el interior del templo, por lo que decidimos continuar el recorrido y dejar para otra ocasión la visita a Notre Dame.
Proseguimos la ruta en el tren, pero apenas podíamos utilizar la cámara ya que el diluvio era impresionante .
Al terminar el recorrido, seguía lloviendo, asi que una visita rápida al Mercado del Pescado:
El resto de la mañana la invertimos en hacer shopping en las Galerías Lafayette, en un Centro Comercial próximo al Port Vieux, por que el día no invitaba a hacer nada más.

Cansadas de la lluvia decidimos volver a comer al barco.
En el autobús, camino del barco, vimos esta bonita basílica, pero alguien nos dijo que, al parecer, ahora alberga en su interior un centro comercial.
También vimos estos curiosos taxis, aunque supongo que la mojadura de sus ocupantes sería casi tan grande como la nuestra en el trenecito:
Almorzando en el Riviera
Aunque llegábamos a tiempo para el almuerzo, debido al malestar y a la mojadura no nos apetecía mucho comer en el GDR y menos en el buffet, así que decidimos irnos al camarote, pegarnos un buen baño (fue uno de los pocos días que utilicé la bañera y las sales relajantes
) y pedir algo de comer al servicio de habitaciones.
Este es el menú que para el almuerzo había ese día en el Restaurante Principal:
Y esto lo que nos pedimos en el camarote:
El té de media tarde en Oceanía
Como veis, fue una comida bastante frugal,
así que a las 16.00 horas decidimos ir a tomar el té al Horizons:
Después del té, siestita y tarde de relax y lectura en el camarote.
Ese día estaba en puerto el MSC Sinfonía:
Creo que ya lo he comentado, pero el minibar es gratuito salvo las bebidas alcohólicas:
Os pongo también el precio de la lavandería, para los que estéis interesados:
Cenando en el Restaurante Polo Grill
Esa noche nos tocaba cenar en el Restaurante Polo Grill.
Aprovecho para poneros algunas fotos de ésta y otras estancias del barco que todavía no he puesto:
Este es el Restaurante Toscana:
Y ésta la preciosa biblioteca del Riviera:
Una de las cosas que más nos llamó la atención en el barco fue la enorme cantidad de obras de arte que hay en cada una de las estancias: hasta en los rellanos de las escaleras hay esculturas
y también pinturas
Esta es la sala de juegos de cartas:
Y esta la de informática:
Este lugar se llama El Patio y está a la entrada del Canyon Ranch Spa:
Lo cierto es que el barco tiene rincones y lugares entrañables:
En la piscina hay un panel de información con datos climatológicos y de situación del barco:
Hasta los baños comunes son de diseño:
Por cierto, de todos es conocido la obsesión por lavar las manos que impera en la mayoría de las navieras (sobre todo americanas) pero este dispensador de papel para agarrar el pomo de la puerta no lo había visto en mi vida hasta ese día:
Como os decía, esta noche tocaba cenita en el Polo Grill, y aunque no teníamos demasiada hambre, después del atracón de scones con crema y pastelitos en el té de la tarde, decidimos hacer un esfuerzo.
Esto fue lo que cenamos esa noche:
Colossal Chilled Shrimp Trio with Spicy Cocktail Sauce:
Timbale of Heart of Palm Remoulade:
Kobe Burger “Rossini”:
The Polo Grill Surf & Turf –Florida Lobster Tail & Filet Mignon:
A esas alturas, mi madre empezaba a parecerse cada día más a una langosta.
Este fue el postre:
Y este el acompañamiento con el café:
Las tiendas a bordo
Después de cenar, dimos un paseo por las tiendas del barco.
Había cuatro pequeñas tiendas: perfumería, joyería
y dos boutiques con ropa de marca, bolsos, bisutería y también merchandising de la naviera.
Era la primera vez que íbamos (o casi) porque con las escalas tan largas que tenía el barco, solo estaban abiertas en contadas ocasiones.
Los precios eran parecidos a los de cualquier otra naviera que conozco (Celebrity, Royal, por ejemplo), pero en esta ocasión no salía muy rentable ningún tipo de compra porque a todo le cargaban el 21 % de IVA.
Me llamó la atención que no vendían ni tabaco ni alcohol en ninguna de las tiendas.
Un problema con el balcón
Esa noche tuvimos nuestro primer (y único) problema a bordo.
Cuando nos fuimos a dormir al camarote, sobre las 23.30 o así, el barco se movía considerablemente, porque estábamos atravesando el Golfo de León.
Tuve la “brillante” idea de salir al balcón para ver las olas (que por los movimientos del barco debían de ser enormes
) y de paso fotografiar la luna, que estaba casi casi llena.
El viento era enorme, y cuando decidí volver a entrar en el camarote no tenía fuerzas para cerrar la puerta corredera del balcón, y la goma que se supone hace de aislante se había vuelto a soltar
(ya una tarde tuve que avisar de que se había soltado y alguien de mantenimiento vino y la colocó)
Tuve que llamar a recepción porque todo volaba a nuestro alrededor y yo no era capaz de cerrar aquella maldita puerta.
Al instante vino una camarera, a la que le costó también cerrar la puerta, y que me recomendó que no volviese a salir al balcón, porque efectivamente las gomas aislantes a veces no encajaban bien y la puerta no podía luego cerrarse.
Así estaba la goma al día siguiente:
Cuando por fin nos dispusimos a dormir, la puerta del armario (corredera) se abría y cerraba al compás de las olas, con la consiguiente incomodidad, hasta que se nos ocurrió asegurarlas con unas tiritas de nuestro botiquín,
que resistieron los envites del mar hasta la mañana siguiente.
Lo cierto es que esa noche fue una noche muy muy ajetreada.
Buen post, veo que la calidad de las fotos no están a la altura, supongo que usas alguna cámara antigua. Con mejor calidad en las fotos estaría perfecto, me gusta tu forma personal de contar las cosas.
Muchas gracias. Las fotos son mías, pero en vez de subirlas y cargarlas en WordPress las he copiado de otra publicación, y de ahí la mala calidad. Lo tendré en cuenta para futuros post. Muchas gracias de nuevo
Tienes razón en lo del americano comiendo, ellos se distinguen en los cruceros porque se sirven unos platos tan grandes, que uno piensa que es su primera oportunidad de comer bien. Realmente impresiona 🙁
Muy buen relato y muy miedoso lo de la tormenta! No te preocupes por las fotos, de todas formas ilustran muy bien tu narración!!