Al día siguiente, viernes, decidimos ir nuevamente a la Plaza de San Marcos y visitar el interior del Palacio Ducal.
El Palacio Ducal de Venecia
El Palazzo Ducale, (‘Palacio Ducal’), está situado en el extremo oriental de la Plaza de San Marcos, y es uno de los símbolos de la gloria y el poder de la ciudad.
Es un edificio de estilo gótico, y sus dos fachadas más visibles miran hacia la laguna de Venecia y la plaza de San Marcos.
El palacio fue residencia de los dux, sede del gobierno y de la corte de justicia, y prisión de la República de Venecia.




Estas eran las ultimas vistas que tenían los condenados a muerte.


El Café Florián y la Plaza de San Marco
Tras la extensa visita, decidimos hacer un alto en el camino, y tomarnos un spritz y un vinito en la terraza del mítico Café Florián.
Para entonces, el acqua había empezado a subir, así que tuvimos que conformarnos con tomárnoslo en las mesas de los soportales.


En estas últimas fotos se puede apreciar cómo, poco a poco, las aguas empezaban a inundar la Plaza de San Marcos



El Campanile de San Marcos
Para evitar las riadas (tanto humanas como de agua) decidimos subir al Campanile de San Marcos.
El campanile de San Marcos es un tipo particular de campanario, exento e independiente del templo, de la basílica de San Marcos.
Ubicado en una esquina de la plaza, cerca de la fachada de la basílica, es otro de los importantes símbolos de la ciudad.
Tiene una altura total de 98,6 metros.
Su cuerpo principal, de ladrillo, es un prisma de base cuadrada, de 12 m de lado y 50 m de alto, sobre el cual se asienta un campanario blanco, con cuatro arcos por cara, que aloja cinco campanas.
Tiene en su parte superior un cubo, en cuyas caras se representan leones y la representación femenina de Venecia (la Giustizia), de forma alternada.
La construcción está coronada por una aguja piramidal, en cuyo extremo hay una veleta dorada con la figura del Arcangel Gabriel.
La torre es una reconstrucción de 1912, tras el colapso que sufrió en 1902, pero mantiene la forma original de 1514.
Las vistas que se ofrecen desde arriba son espectaculares, aunque resulta complicado tomar fotografías entre la muchedumbre.





Desde el Campanile se divisa también el puerto de Venecia.
¿A que no sabéis que barquito muy querido por mi me encontré allí?
Allí estaba mi querido Oceanía Riviera.

Ese día estaba también un MSC.

Acqua alta en Venecia
Como para entonces el acqua seguía subiendo, al bajar tuvimos que calzarnos las botas de la moto, que Der Spion había tenido la precaución de meter en la maleta.
Era ligeramente incómodo caminar entre las aguas, por lo que decidimos subir al primer vaporetto que salía de San Marcos, sin saber muy bien hacia dónde encaminarnos.
Desde el barquito observamos como el problema del acqua se estaba convirtiendo ya en una pesadilla para los habitantes venecianos, (y para los turistas que intentan abandonar los hoteles, como nos ocurriría a nosotros el último día de las vacaciones, aunque ya llegaremos a eso).
Las disputas políticas entre Roma y Venecia, la falta de fondos y la crisis económica que asolaba toda Europa, parecían no querer poner punto final a un problema que sufren desde hace décadas, y que cada año se agrava un poquito más, sin haberse terminado de solucionar hasta el día de hoy.



Más fotos dónde se aprecia la subida del acqua.




En vaporetto hasta Burano
El resto del día lo dedicamos a pasear de arriba abajo en vaporetto e intentar (solo intentar, ya que debido al gentío no lo conseguimos) llegar hasta Burano.
Era el Puente del Primero de Noviembre y Venecia se encontraba atestada de gente por todas partes.
Llegamos en vaporetto desde San Marcos hasta la estación de Murano-Faro, dónde se suponía que debíamos hacer un transbordo para llegar a Burano.
Pero los miles de personas que se encontraban allí esperando, sumado a que no conocíamos muy bien el problema del acqua, ni las horas de la pleamar, y a que ya estaba empezando a anochecer, nos hizo desistir y desandar el camino andado.
¡¡Probaremos suerte en otra ocasión!!.
Callejeando por Venecia
El resto de la tarde la dedicamos a callejear, shopping, y como no, nuestro deporte favorito ¡¡comer!!

Al día siguiente, desayunamos con calma en el hotel, y tras el registro de salida nos fuimos con nuestras maletitas hasta la Piazzale Roma, dónde abordamos el People Mover para ir al puerto.
Es una opción muy cómoda, y sobre todo muy barata, ya que el trayecto costaba, aquel año, 1 euro por persona, frente a los 120 euros que al parecer puede llegar a cobrar un taxi acuático.
Embarcando en el Splendour
El proceso de embarque fue super sencillo, y sobre todo muy rápido, y antes de las 11.30 a.m. ya estábamos a bordo.
Como los camarotes no estarían disponibles hasta las 13.00 horas, nos dedicamos a pasear por el barco y curiosear sus instalaciones.




Conociendo el Splendour of the Seas
Comenzamos por el Restaurante Chops Grill, en el recientemente remodelado Viking Crown, donde también habían instalado un restaurante japonés, Izumi, en el que tuvimos ocasión de almorzar el día de navegación, y que nos encantó.



Algunos exteriores del barco.
Como podéis ver, el día estaba muy pero que muy feo, y hacía un frio pelón, por lo que las cubiertas estaban prácticamente vacías.



Más fotitos del cayuco.





El simulacro se hizo un rato antes de salir de Venecia, en la cubierta, y con un control estricto y riguroso de las tarjetas sea pass para ver quien no había asistido.
Camarote interior del Splendour of the Seas
A la hora estipulada fuimos hasta nuestro camarote.
En esta ocasión habíamos elegido un camarote grande interior, que cumplió perfectamente su cometido.
En ocasiones, extrañábamos no tener balcón, aunque solo fuese para saber que tiempo hacía en el exterior.
Pero ahora estoy segura de que apenas lo hubiésemos podido disfrutar, porque la navegación fue bastante movida, con algún que otro incidente grave, que ya os contaremos cuando lleguemos a ese día



La única pega es que, en el Splendour, al menos nuestro camarote, no hay minibar.
El problema se solucionó con nuestro eficaz asistente, que desde el primer momento cuidó que no nos faltase hielo durante todo el día.
Hasta en tres ocasiones diarias nos lo reponía.
Además, rápidamente, nos cambió todas las bebidas que no íbamos a utilizar por un montón de tónicas, que nos servirían para tomarnos ricos gin-tonics en el camarote cada noche
Minibar antes

Minibar después

Regalo de cortesía de RCI para los miembros Crown Anchor

Salida de Venecia
A las 17.00, y ya totalmente de noche, salimos de Venecia, y aunque los animadores de Royal se esforzaban por hacer una fiesta en la piscina, el frio era tan intenso que fue poca la gente que se animó

La salida de Venecia es siempre espectacular, tanto de día como de noche


Gastronomía a bordo del Splendour of the Seas
Tras deshacer nuestros equipajes, y como todavía faltaba mucho para la cena, decidimos acercarnos hasta el Windjamer y tomarnos un aperitivo
La comida en este barco, sin llegar a los niveles de calidad de las navieras premium, fue bastante buena.
En el buffet cada día había cosas diferentes, tanto al almuerzo como a la cena, y en ningún momento nos pareció repetitivo.
La carta del comedor principal, aunque ligeramente diezmada con relación a años anteriores, también nos pareció correcta, y con algunos platos que rozaban la maestría.
Estas fueron las tapitas que nos tomamos esa tarde-noche:





Habíamos elegido el turno libre, My time dining.
Como buenos españoles, elegimos el ultimo horario, así que todos los días teníamos mesa a las 21.30, casi siempre en la misma zona del comedor.
Había un montón de camareros de habla hispana, y no tuvimos absolutamente ningún problema con el idioma.
El pasaje era una mezcla entre americanos, multitud de asiáticos -japoneses la mayoría-, y un curioso grupo de venezolanos, más de 200, pertenecientes a una empresa de cosméticos, que realizaban su convención anual.
Por lo que nos contaron, cada año la empresa les pagaba, como parte de incentivos, un viaje a la plantilla y a sus familias.
En esta ocasión viajaba la mitad de los trabajadores, y al año siguiente repetirían con los restantes.
Y como siempre me encuentro cosas raras en los barcos en los que viajo,
¿ A que no os imagináis que nos encontramos esta vez?
Pues, primero, vimos esto en el Atrium, durante la representación de un espectáculo aéreo


Al principio, pensábamos que la Sra. Monja viajaría acompañada de su familia, o algo así, pero en el comedor pudimos comprobar que no, que viajaba acompañada de su pareja o similar, también religioso.

No tengo ni idea de si viajaban solos o acompañados, si formaban parte de algún grupo o qué pintaban allí, pero nos los fuimos encontrando, en los lugares más insospechados, a lo largo de todo el cruise.
Nuestra primera cena en el Splendour
Esa noche nuestra cena fue ligerita, porque nos habíamos pasado con las tapas pre-cena en el bufet.






Después de la cena nos fuimos a tomar unas copitas al Schooner Bar.
Este se convertiría en nuestro punto habitual pre y post cenas, amenizado por dos simpáticos pianistas, Juanito y Anselmo, y dónde la gente se sentaba a cantar alrededor del piano.
Esa noche nos retiramos prontito, porque estábamos cansados.
Al día siguiente nos esperaba Bari.

¡Nosotros también hicimos un crucero similar! que bueno recordar. Hasta que volvamos a poder viajar y hacer cruceros ( nos encantan) seguros, leer blog de viajes es otra manera de viajar, recordar o descubrir sitios desconocidos y sacar ideas para preparar la próxima “escapada” y salir “disparados” en cuanto podamos.
Os invito a que le echéis un vistazo también a mi blog, ¡genial poder compartir experiencias viajeras!. Saludos.https://viajaconfaloalp.wordpress.com/donde-vamos/indice/