Nos vamos a Praga

El 10 de marzo madrugabamos y tras desayunar en el hotel, nos dirigimos al Aeropuerto de Basilea, dónde a las 10.25 a.m tomariamos nuestro vuelo de Easyjet con destino a Praga.

El vuelo transcurrió con normalidad y a la hora indicada aterrizábamos en el Aeropuerto de Praga, oficialmente Aeropuerto Václav Havel, en honor al primer presidente democrático del país. El aeropuerto se encuentra a 17 kilómetros del centro de la ciudad, y habíamos barajado múltiples alternativas para llegar al hotel, aunque por comodidad elegimos un transporte privado a través de la web de Disfruta Praga.

Elegimos esta opción, operada por Prague Airport Transfers, tras leer varias críticas favorables y lo cierto es que resultó genial. Tanto a la ida como a la vuelta al aeropuerto los conductores fueron puntuales y se esmeraron por explicarnos un montón de cosas de su ciudad. ¡Recomendable 100%!

Además, los traslados privados en Praga tienen un precio bastante razonable (20 € el trayecto), bastante más ecónomicos que los taxis, que por otro lado, tienen muy mala fama. He leído en algunos foros de viajes que un trayecto en taxi puede llegar a costar más de 50 €!. Para los que preferís el transporte público, desde las terminales 1 y 2 del Aeropuerto sale el autobús núm. 119, que os llevará hasta Nádraží Veleslavín, dónde se enlaza con la línea A del metro.

También podeis coger la línea 100 hasta Zlicin para enlazar con la línea B, o el Autobus Airport Express hasta la Estación Central de Hlavní Nádraží (dónde se puede enlazar con la línea C).

También hay un autobús nocturno, la línea 910, que funciona desde las 00:15 hasta las 05:00 horas, con salidas cada media hora.

El hotel elegido en esta ocasión fue el Hotel Theatrino, con una magnifica relación calidad-precio.

El hotel está muy bien, las habitaciones son amplias, y el desayuno buffet es espectacular.

Está a cuatro paradas de tranvia del centro histórico y es muy fácil moverse por la ciudad desde el hotel. La única pega es que durante nuestra estancia coincidimos con dos excursiones de jovenes italianos que colapasaban todo el hotel, desde los ascensores hasta el buffet, dónde arrasaban todo lo que tenían por delante.

Ya instalados, lo prioritario era comer, jajajaja, y siguiendo las recomendaciones de TripAdvisor, nos dirigimos al restaurante Pivnice U Jary, en las proximidades del hotel. dónde por 406 coronas, algo menos de 14,76€ tuvimos nuestro primer contacto con la comida checa.

Algo que nos sorprendió es que, al menos en 2017, en Praga se podía fumar en casi todos los sitios.

Y tras la ingesta de calorías, nos encaminamos al centro de la ciudad en el tranvía, dónde tuvimos nuestro primer contacto con el Puente de Carlos, uno de los lugares más famoso de Praga, que comunica la Ciudad Vieja (Staré Město) con la Ciudad Pequeña (Malá Strana). Por lo que he leído, el puente tiene más de 500 metros de largo y 10 de ancho, y en su día  tuvo cuatro carriles destinados al paso de carruajes, aunque en la actualidad es peatonal.

Recibe su nombre del rey Carlos IV, que en el año 1357 puso la primera piedra del puente, para sustituir al antiguo Puente de Judit, destruído por una inundación.

El Puente es también famoso por sus 30 estatuas, entre las que destacan la de San Juan Nepomuceno. Cuenta la leyenda que el Santo Juan Nepomuceno fue arrojado al río en 1393 por orden de Wenceslao IV, al negarse a contar los secretos de confesión de su mujer, y santificado en el siglo XVIII. En el lugar en el que fue lanzado al río se encuentra su estatua, y si pides un deseo poniendo la mano izquierda en la base de la estatua, será concedido.

En total, el Puente de Carlos IV tiene 31 estatuas de santos, entre las que destacan la San Antonio de Padua y el grupo formado por San Norberto, San Wenceslao y San Segismundo.

El Puente es una visita obligada tanto de día como de noche, ya que aunque siempre está abarrotado por miles de turistas, ofrece unas impresionantes vistas de la ciudad.

Llamado Karlův Most en checo, atraviesa el río Moldava y es parte de la historia de la ciudad, ya que en él tuvo lugar la Batalla de la Montaña Blanca, en la primera etapa de la Guerra de los Treinta Años,  en la que  un ejército de 20 000 checos y mercenarios bajo el mando de Cristián de Anhalt​ se enfrentó a los ejércitos del Sacro Imperio Romano Germánico de Fernando II. Se cuenta que los vencedores expusieron a lo largo del Puente las cabezas de 27 rebeldes ejecutados aquel  8 de noviembre de 1620.

El Río Moldava es un río es ancho y caudaloso, incluso más que el Rio Elba, que atraviesa Praga de norte a sur. Hay una gran cantidad de opciones de tours por el río, ya sea de día o de noche, pero en esta ocasión no nos encontrabamos con ganas de navegar, jajajaja.

La torre a la entrada de la Ciudad Vieja es uno de los ejemplos más característicos de la arquitectura gótica en el mundo.

P1310262Continuamos nuestro paseo hasta la Plaza de la Ciudad Vieja, Staroměstské náměstí, una de las plazas más bellas de Europa, aunque está siempre atestada de gente.
Merece la pena visitarla tanto de día como de noche, cuándo la iluminación le da un caracter muy especial.

La Plaza de por sí es impresionante, pero es que además en la zona hay un montón de lugares para visitar, aunque lo que más disfrutamos fue del paseo por las callejuelas que confluyen en la plaza.Entre los  edificios de interés destacan la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, la Iglesia de San Nicolás y el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja.

La Iglesia de Nuestra Señora de Týn, Kostel Matky Boží před Týnem, fue construida en el siglo XIV sobre una antigua iglesia románica. En estilo gótico tardio, sus dos torres, de 80 metros de altura, se divisan desde cualquier punto de la ciudad.

Pero sin duda, el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja es uno de los edificios de la Plaza más visitados tanto en su exterior,  gracias al Reloj Astronómico de Praga, como en su interior, ya que desde su torre gótica de 60 metros de altura se contemplan unas impresionantes vistas de la ciudad.

El Staroměstský orloj o reloj astronómico, es del año 1410 y cada vez que da la hora se despliega un pequeño carrillón, lo que le convierte en una de las atracciones turísticas más populares de la ciudad.Fue fabricado en el siglo XV y cada vez que marca una hora en punto, las figuras autómatas de los doce apóstoles desfilan por las ventanas de la Torre del Reloj, acompañados por otros cuatro personajes: la Muerte, representada por un esqueleto que encabeza el desfile tirando de una cuerda y con un reloj de arena; la Avaricia, representada por un judío sacudiendo una bolsa de dinero; un joven contemplándose en un espejo, que representa la Vanidad, y la figura de un turco, que representa la Lujuria. En la parte inferior del reloj hay un calendario astronómico con pinturas de Josef Manés, realizado durante el siglo XIX. Representa los meses del año y los signos del zodiaco.

En su origen, la función del reloj no era exactamente la de dar las horas, sino la de reflejar los movimientos del Sol y la Luna. He leído en algún sitio que hay una leyenda negra en torno a su construcción del reloj.

Nicolas de Kadan, el relojero, fue dejado ciego por orden de los nobles de la ciudad, que temían que reprodujese esta obra en otras ciudades rivales. Kadan no pudo terminar su obra maestra y se suicidó, lo que dio origen a una vieja superstición que afirma que todos aquellos que se encargan del mantenimiento del reloj tendrán el mismo destino que su antecesor. Buffff, historias….

También nos llamó la atención el Monumento a Jan Hus,  estatua de bronce erigida entre 1900 y 1915, en honor del líder protestante del siglo XIV que murió quemado en la hoguer. La obra la realizó el escultor checo Ladislav Jan Salounm, y en ella podemos ver a Jan Hus rodeado por husitas y protestantes y acompañado por una madre con su hijo, como símbolo de renacimiento.

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Merece la pena realizar alguno de los múltiples free tours que ofrece la ciudad, ya que os descubrirán curiosidades de la Plaza que pasan inadvertidas en las guias de viaje.

¡A nosotros nos encantó!

Esa noche, cansados de caminar, elegimos nuevamente a través de TripAdvisor un restaurante en las proximidades del hotel, el Lavička Zahradní Restaurace,  un sitio muy agradable, con una terraza exterior calefactada.

De precio está muy bien y la comida estaba buenisima. Además, tuvimos ocasión de probar por primera vez el vino checo, por menos de 10 euros la botella.

Un buen broche final para un día intenso! Continuará…

 

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