Tras instalarnos en el Riad Losra, nos encaminamos por las laberínticas calles de la Medina hasta la Plaza de Jamaa el Fna, uno de los puntos principales de atracción turística de la ciudad de Marrakech.
Esta es la plaza central de Marrakech y en ella se desarrolla toda la vida pública, tanto de día como de noche.
Resulta curioso ver como se transforma el ambiente del día a la noche.
Durante este viaje hemos pasado horas y horas sentados en los diferentes cafés de la Plaza, viendo transcurrir desde domadores de monos hasta encantadores de serpientes, músicos, acróbatas, bailarines, y todo tipo de personajes variopintos.
Esa primera noche, cansados por el madrugón, y aturdidos por los simpáticos pero a veces demasiado insistentes vendedores de los puestos de comida de la Plaza, decidimos cenar en un restaurante, el Argana, dónde nos sorprendió el alto grado de seguridad que había: arco detector de metales a la entrada, guardia de seguridad, códigos numéricos para poder acceder a los lavabos, etc.
Después nos enteraríamos que ese lugar había había sufrido un brutal atentado terrorista en el año 2011, tras la explosión de una bomba colocada en una bolsa, que destruyó el café por completo y causó la muerte de 17 personas y al menos 25 heridos.
El local estuvo cinco años cerrado, abriendo sus puertas nuevamente en diciembre de 2015.
Aunque el servicio y la comida no nos entusiasmaron, fue nuestro primer contacto con los tajines y el couscous, comida típica marroquí.
En cuánto a la seguridad en Marrakech, deciros que pese a las reticencias iniciales, durante toda nuestra estancia no hemos percibido en ningún momento que sea una ciudad peligrosa ni insegura, aunque como en cualquier lugar de alta concentración turística, se deben adoptar precauciones.
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