Al día siguiente, madrugamos para empezar a conocer la preciosa ciudad de Hanoi.
Utilizando los servicios de un vehículo Grab, que tan bien nos había funcionado en Saigón nos dirigimos en primer lugar al Mausoleo de Ho Chi Minh.
Es uno de los lugares más turísticos de la ciudad, y en él descansan los restos embalsamados del líder vietnamita, por lo que es un lugar de obligada visita también para los locales.
Las colas eran inmensas desde primera hora y hacía un calor de justicia, por lo que decidimos no visitar el interior y dedicarnos a pasear por la explanada exterior, que es gigantesca.
El mausoleo está situado en el lugar en el que Ho Chi Minh proclamó la independencia del país, y está ubicado muy cerca del antiguo palacio francés que ocupaba el gobernador de Indochina.
En la zona hay algunas pagodas interesantes.
En las inmediaciones está también la casa dónde vivió Ho Chi Minh y la curiosa Pagoda del Pilar único, (Chùa Một Cột en vietnamita).
Es una curiosa construcción, única en el mundo, y uno de los iconos de la ciudad.
El acceso es gratuito y en su interior, hay un altar dónde las mujeres vietnamitas realizan sus ofrendas, ya que dicen que así asegurarán el tener hijos.
Abandonamos el recinto y continuamos explorando la ciudad de Hanoi, que en ningún momento deja de sorprender al viajero.
El calor era para entonces sofocante, por lo que hicimos un alto en el camino y entramos a visitar el Jardin Botánico de Hanoi, que sin ser espectacular, sirve al menos para refrescarse entre su frondosa vegetación.
Y tras el descanso, nuevamente a callejear por la ciudad hasta llegar a la Ciudadela de Hanoi.
La Ciudadela de Hanoi o Ciudad Imperial Thang Long está considerada patrimonio de la Humanidad por la Unesco y ocupa una extensa área de más de18.000 m2 en pleno centro de Hanoi.
En el interior del complejo se ubican también el Museo de Historia Militar de Vietnam y la Torre de la Bandera, construida en 1954 tras la liberación de la ciudad.
Tras presentar nuestros respetos a Lenin en su Plaza, decidimos sentarnos a comer ¡nos lo habíamos ganado!
Elegimos un lugar de comida callejera, y nos tomamos un riquísimo banh mi con una refrescante Hanoi beer en el An Cafe ¡Estaban deliciosos!
Después de comer aprovechamos el regalo que nos habían hecho en el hotel, consistente en un masaje de 45 minutos en el Hanoi Spa Paradise.
Espectacular ¡Nuestros pies quedaron listos para seguir trotando!
La tarde la dedicamos a pasear por las inmediaciones del lago Hoan Kiem, en pleno centro de la ciudad.
Era hora de cenar y elegimos para la ocasión el restaurante Duong’s, especializado, como no podía ser de otra manera, en comida local.