Nuevamente el temporal retrasaba nuestra llegada a puerto, pese a que durante el día, la navegación por el río había sido tranquila y relajante.
La naviera Fred Olsen había dispuesto un servicio de shuttle gratuito desde las 20.00 p.m hasta la medianoche, pero nosotras optamos por quedarnos a bordo, y desembarcar el lunes, 21 de agosto.
Son pocos los barcos de crucero que pueden atracar, por motivos de eslora, en el coqueto puerto de Bremen, ya que la mayoría lo hacen en Bremenhaven, a 65 kilometros.
Pero el Balmoral estaba entre los privilegiados que remontan el río Weser hasta el puerto antiguo.
La ciudad nos conquistó desde el primer momento. Nos impresionó el formidable conjunto barroco-renacentista de la Plaza del Mercado, con el Ayuntamiento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y la estatua de Rolando, sus elegantes casas patricias y el edificio “Schütting”, la Cámara de Comercio de Bremen.
El Ayuntamiento de Bremen, construido entre los años 1405 y 1408, es uno de los edificios más relevantes del Gótico y del Renacimiento Weser en Europa, una joya arquitectónica que ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el 2004, como testimonio único de la autonomía y soberanía burguesa del Santo Imperio Romano.
Nos quedamos con las ganas de visitar el restaurante del sótano del edificio, Bremer Ratskeller, que alberga una de las mayores colecciones de vino alemán.
De vuelta a la Plaza del Mercado, no pudimos dejar de fotografiar la imponente estatua de Rolando, que con sus cinco metros y medio (10,21 metros si se incluye el zócalo y el baldaquín) es la escultura más grande del medievo alemán y representa la libertad hanseática, aunque al parecer tenía una finalidad más bien profana: la distancia entre sus rodillas mide casi exactamente una vara de Bremen, por lo que se supone que los comerciantes la utilizaban para medir sus telas.
Otra de las tradiciones es tocar su puntiaguda rodilla.
No podía faltar la foto con los músicos de Bremen, los personajes del cuento de los hermanos Grimm, conocido en todo el mundo, que narra la historia de cuatro animales: un burro, un perro, un gato y un gallo que viven en el poblado de Dibbsersen, en la Baja Sajonia de Alemania, cuyos dueños han decidido sacrificarlos porque han dejado de serles útiles. Los animales deciden huir e inician un viaje con destino a Bremen. En el camino se alojan en una choza en la que están durmiendo unos bandidos, y para asustarlos, deciden formar una figura con sus cuerpos, trepando cada uno de ellos a la espalda del otro y emitiendo sonidos que hacen huir de terror a los forajidos.
He leído por ahí que trae suerte tocar las patas del asno con las dos manos, porque si se tocan solo con una, los habitantes de Bremen interpretan que son dos asnos los que se están saludando, jajajaja.
La catedral de Bremen, dedicada a San Pedro, situada también en la Plaza del Mercado, pertenece a la Iglesia Evangélica.
En 1880, los ciudadanos de Bremen decidieron que la catedral debía de ser restaurada, y aunque la primera intención era restituir el templo medieval, se incorporaron también adiciones historicistas, como los pisos superiores de las torres occidentales, los mosaicos y el cimborrio.
Además, como en la mayoría de las ciudades alemanas, en las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, las bóvedas de la nave colateral fueron parcialmente destruidas por los bombardeos, por lo que durante 1972 y 1981 la iglesia volvió a ser restaurada.
Tras la visita cultural, tocaba callejear por las calles comerciales y disfrutar de los animados mercados callejeros.
Esa tarde estaba previsto un mitin del político Martin Schulz, líder del Partido Socialdemócrata de Alemania y conocido diputado del Parlamento Europeo, del que fue Presidente de 2012 a 2017, pero como no entendemos ni palabra de alemán decidimos no asistir, jajajaja.
El día se truncó cuándo llegó el momento de regresar al barco. Parece mentira que en un país tan avanzado como Alemania, los autobuses no estén preparados para transportar a personas en silla de ruedas.
Tuvimos que hacer el tiempo en una cafetería para poder volver al barco, junto con otros pasajeros, a la espera de que encontrasen un shuttle bus adaptado.
Al menos tuvieron el detalle de invitarnos a un café y dulces para resguardarnos de la lluvia, en el Hotel & Kaffeehaus Classico Bremen.
Al parecer, no hay taxis adaptados en Bremen o por lo menos no los localizaron. Por la mañana al salir del barco no tuvimos ningún problema ya que si había buses adaptados pero la hora de regreso coincidió con la pausa de después de la comida, los conductores son todos autónomos y ninguno estaba disponible.
Eso sí, como a grandes males, grandes remedios, el regreso lo hicimos en un bus exclusivamente para nosotras ¡debió de salirle cara la broma a la naviera!
Fantástico reportaje de una ciudad, desconocida para mi, pero de la que ya había oído hablar y muy bien. Efectivamente, en esa época (y también hablamos de la cultura hanseática) algunos de los adornos, esculturas, incluso en fachadas, lo eran con un interés comercial. Es el caso que nos cuentas sobre la medida para las telas. Otro, el de las leyendas, por qué no, hay que creérselo, pues más de uno no es que seamos asnos sino … borricos jajaja.
El último punto … la adaptación del transporte para personas con determinada discapacidad, ya lo has dicho tú. Me alegro que al final fuese solucionado y que el detalle de la invitación a café quede como punto positivo.
Me ha gustado, Lucia… Un abrazo, ciudadana!!
Gracias, ciudadano. Un abrazo para ti