Tras la relajante visita a los Jardines Majorelle, tocaba pasear un rato por Gueliz, la ciudad nueva de Marrakech.
Sin llegar a defraudarnos, porque también tiene su encanto, el paseo por la zona nueva nos reafirmó que el alojarnos en un Riad en el interior de la Medina tenía más encanto que los nuevos hoteles, al estilo occidental, que inundan este barrio.
Eso sí, como ya empezábamos a cansarnos de la comida marroquí, hicimos un alto en el camino para comer en un Restaurante francés, Amaia, que además tenía una buena cava de vinos.
La parte nueva de la ciudad fue creada durante el protectorado francés, tras la ocupación de la ciudad en 1912, y está cruzada por amplias avenidas, entre las que destaca la Avenida de Mohamed V, que cruza todo el distrito y termina en la Plaza de Jemaa el Fna.
Nos quedaron cosas por ver, lo que nos suele ocurrir en todos los viajes para tener una excusa para volver, jajajaja.
Nos hubiese gustado visitar la iglesia católica de los Santos Mártires, regida por franciscanos, o los numerosos edificios que todavía se conservan de la época colonial y algunos cafés y restaurantes históricos, como el Café de la Renaissance y el Restaurante de la Poste.
Esa tarde habíamos previsto visitar los Jardines de la Menara, pero dado el calor sofocante cambiamos de idea y nos fuimos desde Gueliz en calesa a visitar el mítico Hotel La Mamounia.

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