La primera vez que planeamos viajar a Austria se nos cruzó Alaska y lo dejamos aparcado, era el año 2017.
La segunda intentona la planificamos para el verano del 2020 y como todos sabemos “nuestro querido bicho” nos lo impidió.
Así que este año, íbamos a darle la última oportunidad a Austria. Si por alguna razón teníamos que anularlo ya me negaba a viajar. Cosas de los Virgo (imagino).
Después de estar casi todo el año con los dedos cruzados para que las restricciones fuesen cada vez a menos y no tuviésemos impedimentos, llegó el día de iniciar nuestro viaje de verano.
Además de las restricciones también nos preocupaba el tiempo. Los últimos 15 días lo habíamos seguido cada día, y cada día nos decía que llovería, que llovería y que volvería a llover. Así que la “cosa” no pintaba nada bien.
Como ya es costumbre en nosotros, cuando salí de trabajar emprendimos la marcha hacia Grenoble, donde habíamos reservado un Ibis muy bien situado (nada más salir de la autopista) y suficiente para descansar la primera noche. Por el camino habíamos ido esquivando un “tormentón” que según nos dijeron después, había caído piedra en Barcelona.
Al día siguiente llenamos el depósito y para la hora de comer (la nuestra, claro) ya estábamos en nuestro primer destino antes de entrar al país austríaco. Como cuando viajamos a Suiza no tuvimos tiempo de visitar ni las cataratas del Rhin ni Stein am Rhein, ahora era la ocasión perfecta para quitarnos la espinita.
Así, después de comer en una panadería-cafetería algo rápido, llegamos a Schaffausen donde dejamos el coche aparcado en la calle (pagando su 1CHF correspondiente). Como no habíamos cambiado a francos suizos, entramos a una tienda a comprar un imán y de paso a ver si nos podía hacer el favor de cambiarnos para el parking y el señor, muy amablemente, nos dio 1CHF por 1 euro.
Bajamos por la calle principal donde está muy bien señalizado para llegar a las cataratas y en menos de 10 minutos ya estábamos en uno de los lados. Bajamos hasta abajo y volvimos a subir por el mismo sitio. Arriba, a la derecha sale un caminito que lleva al otro lado de las cataratas. En este lado hay un castillo, el cual, según las opiniones que leí en su día no merecía la pena visitar por dentro y no lo hicimos. Desde el mismo castillo hay un acceso para acercarte más a las cataratas. Si no recuerdo mal eran 5CFH pero nosotros decidimos no acceder.
También existe la opción de coger una barquita que te acerca al “islote” del centro pero, la verdad, con esto del Covid, no nos convenció la idea de llegar al “islote” para subir por una escalera estrecha y repleta de gente.
Dimos por finalizada la visita y nos dirigimos hacia Stein am Rheim donde teníamos el hotel. Llenamos el depósito de gasolina para tener el coche listo para el día siguiente y buscamos el hotel para hacer el check-in rápidamente, y salir a visitar el pueblo.
El pueblo era precioso. Parecía de cuento. Cuando llegamos aún quedaban turistas pero a medida que pasaba el tiempo se iban yendo y pudimos disfrutarlo mucho más.
Buscamos un restaurante para cenar en la orilla del río y dimos con uno que lo regentaba un español y fue un acierto.
Después de cenar dimos otra gran vuelta por el pueblo, esta vez ya sin casi nadie y cuando ya lo habíamos visto todo por segunda vez nos retiramos a descansar. Mañana en unas dos horas y media entrábamos en Austria.
El domingo desayunamos en el hotel ya que lo teníamos incluido en el precio y nos pusimos en marcha. Había amanecido un día lluvioso (parece que las predicciones empezaban a cumplirse) y teníamos intención de subir a una sola montaña, el Zugspitze, pero fue imposible, pero eso vendrá luego.
Como estaba previsto a las dos horas y media de haber iniciado la marcha cruzábamos la frontera. Así que nuestra primera parada fue en una gasolinera para comprar la Viñeta austríaca valedera por 10 días y con un coste de 9.60€. La pegamos en el cristal del coche y ya podíamos circular libremente por la mayoría de las carreteras y autopistas de Austria (digo casi todas, porque algunas, que nosotros no las necesitamos, se tienen que pagar aparte).
Sirva decir que la Viñeta suiza la habíamos comprado el día anterior.
Con toda la “burocracia” cumplida llegamos a nuestra primera visita: el HIGHLINE179. Dejamos el coche en uno de los aparcamientos habilitados, pagamos los 5.00€ de rigor y camino al Puente Colgante. Del coche al pie del elevador no tardaríamos más de 10 minutos.
Los tickets del elevador hay que comprarlos en la oficina de turismo que hay al lado. No había mucha cola, así que el acceso al elevador fue rápido. Cuando llegamos arriba cruzamos el puente hasta la otra parte. Estuvimos dando una vuelta por allí, y volvimos a cruzarlo. Desayunamos tranquilamente y decidimos no subir al castillo que hay en ruinas muy cerquita. Está tan cerca que consideramos que las vistas no mejorarían mucho más. Preferíamos aprovechar ese tiempo en subir al Zugspitze “¡que inocentes!”
Iniciamos la marcha, con la (ya cada vez más lejana) esperanza, de subir a nuestra montaña. Pero a medida que nos acercábamos y, a pesar de que las nubes se iban disipando, al desvío vimos que el Zugspitze estaba, en su cima, totalmente cubierto de niebla. Así que ni paramos. Era una pérdida de tiempo y de dinero para no ver nada. Los días posteriores fui controlando la cam de la web por si acaso algún día podíamos ir pero NO. Fue totalmente imposible. Nos habíamos quitado una espinita pero ahora nos quedaba otra.
Resignados decidimos improvisar y parar en TARRENZ. Recordaba de cuando preparaba el viaje que había leído que era un pueblo que merecía la pena la visita.
Comimos en el único sitio que encontramos abierto y dimos una vuelta. Sinceramente, no sé si es porque ya estábamos desilusionados ó porque es así, pero nosotros no le encontramos ningún encanto especial a ese pueblo. Y claro, indudablemente, la pregunta siguiente fue: ¿serán todos así? Porque si son todos así, creo que hemos perdido el tiempo.
Más resignados, si cabe, nos fuimos a nuestro alojamiento. Había reservado un apartamento en la zona del Tirol para cuatro noches. El apartamento estaba en una casa de “reloj de cuco”. En la planta de abajo vivían los padres de nuestra casera. En la primera planta había habitaciones y en la última nuestro apartamento. Con unas vistas impresionantes. Cuando hicimos el check-in nuestra casera nos pidió nuestros datos y nos explicó que al día siguiente nos proporcionaría dos tarjetas de la zona (Wildschönau Card), con las que teníamos acceso gratuito a los dos remontes que tienen allí, a las piscinas y varias cosas más. ¡Eso de los remontes gratuitos, me lo apunto en la memoria, francamente me interesa!
De camino nos fuimos animando, los pueblos no sabíamos como serían pero los valles eran impresionantes, así que las vacaciones empezaban a prometer.
Nos instalamos y empezamos a estudiar las posibilidades del día siguiente. La meteorología nos traía “fritos”.
El plan inicial era: Hall in Tirol-Schwaz-Garganta Wolfsklamm-Castillo de Tratzberg. Pero la meteorología decía que si lo ejecutábamos así nos íbamos a mojar sí o sí. El orden lógico era ése, pero al final tuvimos que zigzaguear para evitar el agua.
Así que iniciamos el día en SCHWAZ, donde lo único que teníamos que hacer era callejear y no estábamos sujetos a ningún horario. Dejamos el coche en un parking cubierto y desde allí recorrimos el pueblo.
De aquí nos fuimos al CASTILLO DE TRATZBERG. El castillo abre de 10.00h. Llegamos antes porque se tiene que dejar el coche en el parking (que va por tiempo y a la salida es cuando se paga. Además no se puede pagar tarjeta) y subir al castillo. Si, subir, que en ningún sitio lo leí que había que subir. Suerte que son unos 15 minutos y que íbamos con tiempo.
Sacamos el ticket por 13.50€ por persona y nos dan una audioguía en español (punto para ellos) y la visita es “guiada”. Aún a día de hoy no entendí esta clase de visita. Me explico: nos dieron la audioguía y no podíamos entrar hasta la hora estipulada (creo que nuestra hora era a las 10.30h), nos acompañaba un guía que cuando terminábamos de escuchar la audioguía nos decía sólo 1 frase referente a la sala en cuestión. Y en algunas salas ni siquiera nos decía nada. Abría y cerraba puertas… No sé. Pienso que si te dan una audioguía te deberían dejar a tu aire y empezar y acabar sin tener que esperar. En fin, son medio alemanes e intentar entenderlos es harto complicado.
Con esta reflexión bajamos a buscar el coche y justo en la entrada había un “chucu-tren” que supongo que previo pago sube al castillo y te ahorra la caminata (cuando nosotros llegamos aún no estaba funcionando). Ya iba lleno de gente y se dirigía al castillo.
Al pasar por caja se abrió la barrera y nos fuimos a aparcar el coche lo más cerca de la entrada de la GARGANTA DE WOLFSKLAMM. Ambas visitas están en el pueblo de Stans pero cada una en extremos opuestos e ir andando no es aconsejable si se quieren hacer más visitas a lo largo del día.
Dejamos el coche en una zona donde no había que pagar (cosa rara en Austria) y andamos hasta la entrada de la Garganta. Como está mandado, a pasar por caja, 5.00€ por persona. Empezamos a andar y al principio no nos decía nada el paisaje, ya pensábamos que era una “metida” pero de repente todo cambió y comenzamos a disfrutar del paisaje. Nosotros tardamos unas tres horas en hacer el recorrido circular, a pesar de que en la información ponía que la vuelta era por el mismo, no es así. De hecho, es imposible volver por el mismo camino pues hay que salir por unos tornos que impiden la entrada de nuevo. Nada más pasar los tornos el camino se bifurca: para la derecha se sube al Monasterio donde ahora hay un restaurante, y que nosotros no subimos y a la izquierda por donde se inicia la vuelta y la verdad que aporta poco.
Una vez de regreso vamos hacia la última visita del día HALL IN TIROL. Dejamos el coche en la calle (pagando, claro) y comenzamos a callejear y admirar lo bonito que era el pueblo.
A media tarde dimos por concluida nuestra visita y nuestro primer día en el Tirol. Pasamos a comprar algo para la cena y marchamos rumbo a nuestra casita.
Hoy, habíamos exprimido el tiempo al máximo, no nos había llovido y además todo lo que habíamos visitado nos había gustado. Habíamos ido de menos a más… Simplemente genial.
Consultamos la meteorología y al día siguiente tuvimos que cambiar nuestro destino.
A INNSBRUCK teníamos previsto ir el miércoles pero lo adelantamos al martes.
Por la mañana temprano salimos dirección Innsbruck y llegamos prontísimo. Tan pronto que el parking nos salió más caro de lo que debería haber sido, con el consiguiente enfado.
Me explico: antes de ir me puse en contacto con el parking desde donde sale el teleférico Nordkette para que me aclarasen lo que ponía en su web, algo así como que si presentábamos el ticket del parking con sus “colegas” de la caja de la entrada llamada Congress a la vuelta nos lo validaban y el parking costaba 4.00€ hasta las 18.00h. Pues en su respuesta parecía todo muy fácil… hasta que llegamos allí porque nos hartamos de dar vueltas y a sus “colegas” (como ellos les llamaban) nosotros no fuimos capaces de encontrarlos. Y viendo que se estábamos más perdiendo el tiempo que otra cosa cogimos el teleférico y nos pusimos en marcha. (No es que seamos los ricos del barrio, pero mi teoría era que en el total del viaje seguro que no se nos iba a disparar por culpa del parking de Innsbruck… pero el email correspondiente si se lo envié a la vuelta, a pesar de ser medio alemanes a día de hoy, aún no me han contestado, ni creo que lo hagan). Al final de 4.00€ pagamos 15.60€.
Aún enfadados fuimos a la taquilla del Nordkette y compramos dos Innsbruck Card. Cada tarjeta nos costó 53.00€ y era válida para 24 horas. En ella todas las visitas que teníamos pensadas hacer estaban incluidas. Pasamos el ticket por los tornos y cogimos el teleférico y cuando llegamos a la cima se nos pasó el enfado. Las vistas eran increíbles.
Después estuvimos explorando toda la ciudad:
- Palacio Imperial de Innsbruck
- Iglesia de la Corte Cenotafio Maximiliano I
- Tejadillo de Oro
- Maria Theresien Strasse
- Casa Helbing
- Ayuntamiento
- Subimos a la torre de la ciudad.
- Jesuitenkirche
- Friedrich Strasse
- Catedral de Santiago: nos acercamos a verla por fuera aun sabiendo que estaba cerrada hasta noviembre por reformas.
Comimos en la Augustiner Brau donde coincidimos con un vasco afincado desde hacía 9 años y nos contó curiosidades de la vida de Innsbruck
Después de comer acabamos de callejear y cogimos el coche para acercarnos al teleférico de PATSCHERKOFEL desde donde disfrutamos de otras maravillosas vistas. Pero antes de llegar al parking del teleférico hicimos una breve parada en la BASILICA DE WILLTEN.
Cuando bajamos del teleférico y ya cogiendo camino de vuelta a casa hicimos nuestra última visita en Innsbruck: el CASTILLO DE AMBRAS. No teníamos intención de entrar al interior pero finalmente lo hicimos.
Y así finalizamos nuestro día en Innsbruck.
El miércoles teníamos que ir sí o sí a las visitas programadas en un principio para el día anterior. Así que, cruzamos los dedos para que no lloviese y salimos rumbo a nuestra primera parada: ACHENNSEE
Llegamos al pueblo de Pertisau y dejamos el coche en el parking habilitado, pagando eso sí, 2€, tarifa única, y empezamos a recorrerlo. Son 9 km pero nosotros no lo hicimos todo. Sólo un trocito para hacernos una idea del lugar. En el lago está permitido el baño pero nosotros entre que era pronto y la temperatura aún no había empezado a subir preferimos dejarlo correr. En realidad, sólo había una loca bañándose a esas horas…
Cuando dimos por terminada la visita nos dirigimos a ALPACH. Según la propaganda austríaca uno de los pueblos más bonitos de Austria. Hombre!!! Bonito era… pero para ponerle esa etiqueta no sé yo.
Estuvimos inspeccionando y no veíamos nada espectacular. Así que entramos en la Oficina de Turismo a preguntar, a ver si es que no veíamos lo que teníamos que ver. Pero… que va!!! En la Oficina nos explicaron que había que visitar lo de alrededor de la iglesia y las casas con flores en los balcones. Ya… pero es que en Austria todos los pueblos tienen las casas con flores en los balcones… así que nada, nuestras sospechas confirmadas. No había nada interesante.
Así que fuimos a recoger el coche (que por cierto aquí el parking nos salió barato, no había barreras, no había máquinas, no había nadie… salimos por donde habíamos entrado) y “carretera y manta”
Llegamos a RATTENBERG que era nuestro siguiente destino. Es un pueblo pequeño, pero claro, se paga parking aunque sea pequeño. Hay varios aparcamientos habilitados (hasta 5 contamos). Estuvimos callejeando y este nos gustó más que el anterior. Decidimos no subir al castillo, está en ruinas y no nos atraía la idea.
Decidimos que ya lo habíamos explorado suficiente y nos fuimos a nuestro último destino: KUFSTEIN
En Kufstein destaca el centro del pueblo y sobre todo la calle Römerhofgasse. Se puede subir a la fortaleza mediante un tren- cremallera pero nosotros no subimos. Dentro hay exposiciones, que a nosotros no nos interesaban y el único aliciente hubiese sido el “Órgano de los Héroes” que el es órgano al aire libre más grande del mundo construido para conmemorar a los muertos de IGM, pero tampoco nos atraía especialmente.
A pesar de ello este pueblo me gustó más que Alpach (con su “titulito”).
Y con esto nos vimos que no era la hora de comer y ya teníamos los deberes hechos, así que, como me había apuntado en mi memoria las Wildschönau Card, las desempolvé y nos dirigimos a uno de los remontes que se encontraba de camino a nuestro apartamento.
Aparcamos el coche (esta vez, y sin que sirva de precedente, gratis) y con el tele-huevo a subir… Un fin de fiesta inmejorable y sin haberlo planeado.
Hoy llevábamos nuestro pic-nic… así que, como el que no quiere la cosa, extendimos nuestro mandala y comimos en medio de los Alpes austríacos con el Tirol a nuestros pies… Simplemente impagable.
Cuando nos cansamos de estar paseando nos bajamos. Mañana era día de traslado y había que preparar las cosas. Dejamos el coche cargado a falta de meter el neceser y poco más al día siguiente.
El jueves, bien temprano, nos despedíamos de nuestra casera y nos poníamos rumbo a la zona de Salzburgo. Pero antes teníamos que pasar por varios lugares.
El primero era las LIECHTENSTEINKLAM. Llegamos bien temprano y pudimos aparcar en el aparcamiento más cercano a la entrada (¡y menos mal! A la vuelta la gente había aparcado a más de 1km y 2 de distancia).
Sacamos las entradas (11.00€ por persona) y empezamos a caminar.
Es una caminata de 1’5 km que culmina en una cascada. En este caso la vuelta sí es por el mismo camino. Un lugar simplemente… espectacular.
Satisfechos de nuestra primera visita nos fuimos camino de: HOHENWERFEN CASTLE.
Dejamos el coche en el parking y sacamos las entradas e hicimos la cola correspondiente para el funicular que nos subiría hasta el Castillo. El castillo se visita con visita guiada obligatoria que dura casi una hora, pero nosotros no pudimos entrar. Un mal entendido al comprar las entradas hizo que la chica nos las diese para sólo el funicular. Así que el interior no pudimos verlo. Tampoco nos importó mucho. La visita era en alemán y visto lo visto…
Cuando dimos por concluida nuestra visita cogimos el funicular para bajar (esta vez sin colas) y ¿ahora dónde vamos?
Tenía un “por si acaso” guardado en la manga… así que lo saqué: SANKT GILGEN (éste era un Posible pero No Probable) pero al final se quedó en Ejecutado.
Llegamos a SANKT GILGEN y lo primero que hicimos fue buscar el restaurante “Wirt am Gries” que llevaba recomendado para comer. Lo encontramos y al lado un parking con 3 horas gratis. Pusimos un papel con la hora que habíamos llegado y nos fuimos a comer.
Llevábamos hasta lo que queríamos comer apuntado (suerte). Cuando llegamos la camarera nos dijo que cerraban cocina pronto y que pidiésemos rápido. Vale!!! Sacamos nuestro papel y no necesitamos ni la carta…
Cuando terminamos de comer volvimos al coche a poner otra vez la hora y nos fuimos a explorar el pueblo.
Lo primero, tomamos el teleférico de Zwölferhorn tras pagar los 30.00€ correspondiente y en menos de 10 minutos estábamos arriba disfrutando de las vistas… como era de esperar… irrepetibles…
Bajamos y terminamos de “voltear”
- Mozartplatz
- La Iglesia Parroquial de San Egidio: no pudimos entrar porque había un entierro
- La Casa de Mozart
Y ya sí… terminado el día nos fuimos a nuestro nuevo alojamiento para las próximas tres noches en un sitio también muy muy tranquilo y con unas vistas no tan buenas como las del Tirol pero tampoco estaban mal.
Nos instalamos y descansamos para al día siguiente a abordar Salzburgo.
El viernes nos tocaba SALZBURGO y para no variar bien temprano ya estábamos metiendo el coche en el parking. Si el de Innsbruck nos pareció caro, al lado del de Salzburgo se quedó en una risa. Casi 30€ que pagamos por el dichoso parking. Pero bueno… como hasta la tarde no lo supimos empezamos a disfrutar.
Nuestra primera parada fueron los Jardines de Mirabell, fue donde se rodó “Sonrisas y lágrimas” y por dentro no se puede visitar.
De ahí nos fuimos a la calle Getreidegasse: es la calle más comercial y curiosa por los letreros. En ella está la casa de Mozart. Y a partir de aquí empezamos a recorrer las calles casi vacías de gente y de paso hacíamos tiempo para que abriesen las Oficinas de Turismo y comprar las Salzburgo Card por 30.00€ con una validez de 24 horas. Con ésta no había que hacer muchas matemáticas. Por poco que se visite sale rentable.
Con la Salzburgo Card en la mano ya empezamos a amortizarla. Algunas de las visitas que hicimos fueron:
- Mirador de Monchsberg
- Plaza Kapitelplatz
- Fortaleza
- Catedral
- Abadía de San Pedro y catacumbas: no pudimos entrar porque estaban cerradas ese día sin especificar el motivo
- Teleférico Hohensalzburg
Cogimos un autobús y nos fuimos al Palacio de Hellbrunn que está en las afueras. A la entrada nos dieron una audioguía en español y además en la primera parte del recorrido nos acompañó una guía para explicarnos el funcionamiento. Los jardines es lo más divertido con sus juegos de agua (y… hasta ahí puedo leer…)
Cuando terminó la diversión volvimos a coger otro autobús que nos llevaría hasta Untersbeg. Lo cogimos en la misma parada donde nos bajamos para ir a Hellbrunn y Untersbeg es final de línea. Así que nada de complicación.
Subimos hasta arriba y las vistas como siempre… sin adjetivos…
Cuando nos cansamos de estar por allí, bajamos y nos pusimos en marcha de nuevo a Salzburgo. Eran más de las 16.00h y aún no habíamos comido. Suerte que donde íbamos a comer no cierran a mediodía. Así que nada vamos a esperar al autobús… consultamos a San Google y nos dice que el 24 nos va bien. Vale. Pero el 24 no viene. Volvemos a mirar y entonces era el 28 pero tampoco venía y entonces que el 4 pero tampoco. Parecía que estábamos jugando al bingo… madre mía. Decidimos coger cualquiera que nos llevase a Salzburgo y después de allí sería más fácil llegar a la Cervecería de los Agustinos. Ya íbamos mejorando. Conseguimos llegar a la parada para hacer el transbordo. Otra vez el bingo. El 4… no ese no. Bueno el 21… nos dejó tirados en la misma parada, el conductor pasó de nuestra señal para que parase. Por fin llegó uno (que no recuerdo el número) que nos dejó en la puerta de la Cervecería… Pero en la que no era (aunque no lo sabíamos).
Nos bajamos del autobús y andamos menos de dos minutos. Yo pensaba… con la hora que es no habrá nadie. Estos comen muy pronto ó eso dicen… Al acercarnos se oía un murmullo que a medida que nos acercábamos iba en aumento y cuando entramos… vaya gentío.
La gracia de esta cervecería consiste en que pagas el ticket, coges una jarra de las estanterías del tamaño que hayas pagado, la enjuagas (aunque ya están limpias) en una fuente y te la llenan.
Después buscamos sitio en una de las muchas mesas corridas que había y ya fuimos a buscar la comida en los puestecitos. Como no entramos por la puerta correcta nos sorprendió la poca variedad que había de comida. Pues nada… comimos (teníamos ya un hambre canina) y con el estómago vació las cosas se ven diferentes. Terminamos y entonces inspeccionamos… claro es que en la parte de arriba hay muchos más puestos y muchos más salones…
Para volver fuimos andando. No estábamos tan lejos como pensábamos y teníamos que bajar la comida. Dimos los últimos coletazos y ya recogimos el coche con el consiguiente “palo” y para casa. Mañana nos esperaban más aventuras.
El sábado haríamos una incursión en Alemania, había que aprovechar la poca distancia que había y visitar EL NIDO DEL AGUILA.
Para ello hay que ir hasta el parking del centro de visitantes de Obersalzberg (5 euritos).
Cuando llegamos y sacamos las entradas por 28.00€ cada uno ya estaban preparados los autobuses que nos subirían. Como buenos alemanes, hasta la hora marcada no salieron.
En unos 20 minutos de subida constante y tras un montón de curvas nos dejaron en una explanada. Aquí hay un túnel que hay que atravesar y que desemboca en un ascensor. Este ascensor nos dejó en el interior de la casa de veraneo de Hitler que ahora es un restaurante.
Estuvimos recorriendo “la casa” y también los alrededores con unas vistas… El hombre sabía donde hacerse la casa…
De la misma que habíamos subido… bajamos y nos dirigimos a GOSAUSEEN.
Cuando llegamos nos costó aparcar pero al final encontramos un hueco en el parking más cercano. Y menos mal… porque la cuesta del resto de parkings era para tenerla en cuenta.
Dimos un paseo por el lago y poco más. Era muy bonito pero seguro que con sol hubiese lucido muchísimo más.
Y de aquí hacia HALLSTAT.
Llegamos Hallstat a muy mala hora. No era ni pronto ni tarde, con lo cual aparcar fue casi misión imposible. El pueblo está muy mal diseñado. Y dar la vuelta es harto complicado (en mi vida he visto nada igual). Al final, y no sé si de una manera muy legal, aparcamos en un parking que no tengo muy claro que no fuese para residentes. Parecía que había algunas plazas de libre uso (es decir, sin ser residentes) y según un cartelito las dos primeras horas eran gratis, así que pusimos el papelito con la hora de llegada y a pasear.
Este pueblo sí que era bonito. Al lado del lago. Y con unas vistas muy bonitas, la verdad. Nos gustó mucho.
Por hoy ya habíamos cumplido nuestros objetivos. Volvimos al parking, recogimos el coche y nos fuimos a casita. Ya habíamos agotado las tres noches y mañana tocaba traslado otra vez. Recogimos las cosas y cargamos el coche dejando sólo pendiente lo del día siguiente.
El domingo llegábamos a Viena pero antes teníamos unas cuantas paradas. La primera de ellas: MAUTHAUSEN.
Llegamos a Mauthausen temprano y con el cielo gris. La noche anterior debió haber llovido por la zona. Digamos que si la visita ya nos parecía que iba a ser dura, viendo el ambiente, iba a ser más dura, si cabe.
Por lo que había leído los austríacos no están nada orgullosos de este recinto. Para muestra un botón, en Austria todo es pagando, en cambio, Mauthausen la visita es gratis, el parking es gratis, etc. Supongo que no quieren hacer negocio y se entiende…
Al llegar las instalaciones aún estaban cerradas, así que entramos en lo que debería haber sido, en cualquier otro sitio, las taquillas. Allí nos dieron un mapa con explicaciones en español. Audioguías no quisimos (nos pareció que tampoco necesitábamos información más a fondo). Con las del mapa y paseando ya te hacías una ligera idea del horror que allí debieron vivir aquellos inocentes. La descripción exacta para mi es: IMPRESIONA y ESTREMECE.
Te pone el vello como escarpias. La cara de todos los que estábamos allí es de seriedad absoluta. Ni un comentario, ni una palabra y supongo que todos con el mismo pensamiento: ¡QUE BARBARIDAD! ¿CÓMO ALGUIEN PUEDE TENER UNA MENTE TAN MAQUIAVELICA? Una sala era peor que la otra. La Sala de los Supervivientes me hizo pensar: supervivientes ¿de qué? Físicamente puedes sobrevivir, pero psicológicamente ¿cómo se sobrevive a todo ese horror?
Visitamos todas las estancias y también el exterior. El único sitio donde no pudimos ir fue a la Escalera de la Muerte. Había un cartel que decía que estaba cerrada por peligro, pero no especificaba nada más. En mis apuntes llevaba esto:
“Escalera de la muerte: subir y bajar por ella. Justo antes de llegar a la escalera está el “Salto del paracaídas” que es donde los nazis lanzaban a los prisioneros y apostaban cual llegaba primero”. Que cada uno saque sus conclusiones…
Llegamos a la conclusión de que, a pesar de la dureza de la visita, todo el mundo debería visitar un lugar así para intentar hacernos mejores personas.
Con esta reflexión salimos y nos fuimos hacia MELK.
Dejamos el coche en el parking habilitado de la Abadía y ya estábamos otra vez con el monedero abierto. 4.00€ el parking y 13.00 la abadía. No se podían hacer fotos en el interior así que nada. Admiramos el interior empezando por visitar el museo, después el Salón de Mármol, la Biblioteca, la Iglesia de la abadía y por último los Jardines.
Nuestro siguiente destino era: KREMS AM DONAU
Era un pueblo por el que se callejea y es agradable. No esperábamos que fuese tan interesante como al final nos pareció.
Cuando ya nos pusimos en marcha nos dirigimos a: KREUZENSTEIN CASTLE
Llegamos a las puertas del castillo a las 16.02h y como buenos austríacos habían cerrado las puertas a cal y canto hasta las 17.00h que era la última visita. Dudamos si esperar ó no. Por un lado, ya estábamos allí y por otro lado la visita era guiada en alemán y duraría 60 minutos y, como es natural allí, sin poder hacer fotos en el interior. ¿Qué hacemos? ¿Nos esperamos ó nos vamos? Al final decidimos que ya que estábamos allí nos esperábamos.
Y resultó tal cual. Salimos del castillo con una hora de “rollo” en alemán, y sin una foto. Eso lo llamo yo “triunfar”. Y pagando 15.00€ por persona, claro.
Pues nada… vamos para Viena a ver qué tal.
Llegamos a Viena mejor de lo que pensábamos. Domingo tarde y lunes festivo igual a Viena casi vacía. El apartamento que había reservado para tres noches estaba en la otra punta de Viena. La recorrimos de cabo a rabo. Entramos por el norte y salimos por el sur. Sin complicación ninguna.
En casa habíamos planificado que, cuando llegásemos a Viena, iríamos al centro sí o sí a chafardear un poco y visitar al menos los exteriores porque si no, no nos daría tiempo en los otros dos días. Pero claro, el hombre propone y Dios dispone. Estábamos tan cansados que no teníamos fuerzas para nada. Ni siquiera para cenar. Seguro que al día siguiente nos levantaríamos con fuerzas renovadas. Y así fue.
El lunes nos dirigimos, lo primero, a la estación de metro que teníamos al lado del apartamento para sacar nuestro abono transporte ilimitado para 2 personas con una validez de 48 horas por 28.20€. Un acierto total, fue a la conclusión que llegamos el martes por la noche.
Validamos en las taquillas (y ya no tuvimos que validarlo más, en ningún transporte) y cogimos el metro hasta Karlplatz. Visitamos la Iglesia de San Carlos que estaba en la misma plaza y nos fuimos al Palacio de Holburg. Era nuestra primera visita y queríamos sacar el Sisi Ticket que por 38.50€ nos entraba el Holburg, el Schonnbrunn y el Museo del Mueble (a este no fuimos). Lo bueno del Sisi Ticket es que no tienes que hacer colas. Te vas directamente a los tornos. Por el ahorro no sé si merece mucho la pena. En nuestro caso fue poco al no visitar el Museo del Mueble.
Así que al comprar el Sisi Ticket, recogimos la audioguía en español y a recorrer salas y salas y sin una foto en el interior, para no variar.
Al salir fuimos a por un tentempié y justo estábamos enfrente de la Ópera. Nos acercamos y la siguiente visita en español era en media hora. Sacamos las entradas 9.50€, esperamos y cuando llegó nuestro turno una, medio portuguesa-medio española nos hizo la visita guiada. Entre que hablaba bajito y su hispano-portugués algunas cosas se nos quedaron en el tintero. Pero bueno, nada que internet no pueda solucionar.
Con la visita terminada empezamos a callejear y empezamos a pasar calor. Era agobiante y a no sé que hora decidimos ir a comer. Bueno yo no comí. A esas alturas ya no era persona. Hacía un calor para morir, no había aire acondicionado en ningún sitio, no te ponían hielo en las bebidas en ningún sitio. Si te metías dentro del restaurante malo, si salías peor… así que yo apenas probé bocado.
“Después de comer” fuimos a descansar, falta me hacía. Me di una ducha y me eché un rato y cuando salimos por la tarde aquello ya era otra cosa. Nada que ver con hacía unas horas.
Seguimos callejeando mientras atardecía y después ya nos retiramos hasta el día siguiente. Ese día habíamos visitado entre otras cosas:
- Catedral de San Esteban
- Parlamento que estaba en obras
- Estatua de Strauss
- Plaza Eugenio
- Ayuntamiento: no pudimos apreciarlo en su máximo esplendor porque habían instalado unas carpas y un escenario.
- Stadt Park
- Columna de la Peste
- Barrio Grinzing: es el barrio donde están las tabernas.
Al día siguiente nos levantamos temprano para aprovechar nuestro último día en Viena. La primera visita el Palacio Schonnbrunn, está en las afueras pero a nosotros nos cogía a dos paradas de metro y de camino al centro. Lo visitamos por dentro sin poder hacer ni una foto y luego pasamos a los jardines. Subimos hasta la llamada Glorieta a la que no entramos. Consideramos que las vistas no iban a mejorar mucho más.
Y después del atracón de palacio nos fuimos a visitar el resto que nos quedaba pendiente. Miramos el reloj y nos daba tiempo de llegar a ver el carrusel del Reloj Anker en Hoher Markt. Salen a las 12.00h y desfilan personajes importantes en la vida de la ciudad.
Algunas de las visitas que hicimos fueron:
- Hunderwasserhaus: es el “barrio” estilo Gaudí
- La Cripta de los Capuchinos: Están enterrados emperadores y Sissi.
- Plaza Mª Teresa
- Biblioteca Nacional: sólo por fuera porque estaba cerrada
- Palacio Belvedere, sólo los jardines
Ese día comimos en las carpas que había montadas en el Ayuntamiento donde había puestecitos de comida y bebida.
Ya caída bien la tarde, casi noche dimos por concluida la visita a Viena. Nos había gustado, pero claro, después del Tirol y la zona de Salzburgo pues Viena se quedaba muy deslucida. Muy imperial, todos los edificios muy a lo grande pero… para nosotros donde esté la naturaleza… Supongo que pillar la ola de calor que pillamos tampoco ayudó, aunque también agradecimos que no lloviese. En fin… que no hay quien nos entienda… jijiji.
Como apunte sirva decir que muchos de los desplazamientos que hicimos, aunque es cierto que los podíamos haber hecho andando sin ninguna dificultad, debido a la ola de calor, los realizamos en el tranvía, por lo menos íbamos sentados y a la sombra porque de aire acondicionado nada de nada.
Esa noche cargamos el coche y lo dejamos listo para a la mañana siguiente, ya miércoles, ponernos rumbo ya de vuelta a casa… pero no íbamos a hacer todos los kilómetros de un tirón. Así que, para que el viaje no se hiciese pesado, habíamos previsto visitar el Castillo del Rey Loco.