Elegimos tres, aunque finalmente, solo pudimos apuntarnos a dos. 

Nos gustó lo que elegimos, pero echamos en falta la situación anterior ( poder haber cogido un tren en Haifa, por nuestra cuenta, para ir a Acre o taxis en Omán y Emiratos, sin ningún problema...). Pero, las circunstancias actuales mandan, y nos hemos tenido que adaptar a ellas.

El crucero salía de Valencia, con un itinerario ya conocido por nosotros. 
Valencia- Barcelona-navegación-Génova-La Spezia-Civitavecchia-navegación- Valencia.

Fuimos el día anterior porque, aunque salíamos desde Madrid, teníamos a las 12 la hora del embarque. Y no nos apetecía madrugar...

Después de hacernos un test de antígenos, esperar resultados y hacer el check in, estábamos subiendo al Grandiosa.

Fuimos directamente al camarote y... al buffet.

Por cierto, nos dieron junto a la tarjeta de siempre, una pulsera que nos serviría para abrir la puerta, pagar consumiciones y compras en el barco...

Teníamos asignado el segundo turno de cena, porque así lo habíamos pedido en la Agencia de viajes.

Pero, cuando vimos que éste comenzaba a las 9, decidimos hablar con el maître y pedir el cambio al primero. Puede parecer pronto, pero para nosotros, no.

Desde que te sentabas en la mesa, hasta que te traían el primer plato, podía pasar más de 3/4 de hora... 🙄 

Nuestro camarero tenía muchas mesas asignadas, y además era lento... Así que, echábamos un buen rato.

Los espectáculos los veíamos después de cenar. Se podían reservar desde la tv del camarote o en unas pantallas distribuidas por las cubiertas.

Aquí, sí noté que el protocolo de distancia y mascarilla, se cumplía. En otros casos, no.

También ha cambiado la forma de llamar a los ascensores. Muy buena la idea, pero no siempre se cumplía. Así que, sí lo veíamos lleno, esperábamos al siguiente y... resuelto 👍 

Ahhh. Y el camarote lo hacían solo una vez al día (para mí, suficiente ). 

Después de comer, ya teníamos nuestras maletas dentro. Y aprovechamos para colocar la ropa y nada más... porque tocaba hacer el Simulacro de Emergencia. Un simulacro de Simulacro, porque ya ni en los armarios de los camarotes, tienen guardados los chalecos salvavidas...

Cuando terminó, fuimos a reservar las excursiones para las escalas de Génova, La Spezia y Civitavecchia.

Pero, para ir a Portofino ( que, aunque ya lo conocíamos, era la que nos apetecía hacer) no quedaban plazas. Así que, como os dije anteriormente, solo pudimos reservar las otras.

En la escala de Barcelona ( 16 de octubre), pensé que podríamos bajar por nuestra cuenta, al llevar el Certificado Covid- que fue lo primero que nos pidieron al llegar al Barco. Pero no fue posible.

Así que, pasamos el día conociendo el cayuco...

La verdad es que, se me hizo algo pesado no poder ni bajar al puerto... Fue como un día más de navegación, al igual que nos sucedió en la escala de Génova.

Por fin llegábamos a La Spezia y podríamos pisar tierra firme 😊 😊 

Como en un crucero anterior habíamos visitado las Cinque Terre ( con la magnífica compañía de nuestros amigos de Getxo, Txato e Izaskun), decidimos ir a Porto Venere, que no conocíamos.

Y no nos defraudó, aunque echamos de menos ( al ir en grupo burbuja ) no poder disfrutar de una cerveza en el paseo marítimo, que hubiera estado genial 👍 

Entramos por la Porta del Borgo ( año 1113) y seguimos caminando por la Vía Capellini hasta llegar a la Iglesia de San Pedro. Nos asomamos a la Gruta de Byron, desde donde se veía el Castello Doria.

Finalmente, fuimos por el paseo marítimo, andando hasta donde nos esperaba el bus.

Queda pendiente para otra ocasión que se pueda, hacer un crucerito en uno de los barcos que recorren las islas Palmaria, Tino y Tinetto.

Al día siguiente llegábamos a Civitavecchia, donde también teníamos contratada una excursión: Parque de los Monstruos de Bomarzo y visita a Viterbo ( ciudad de los Papas).

Nada más bajar del Barco y, camino del bus que nos llevaría al Parque, vi que junto a nuestro cayuco estaba el Epic.

No sabía que estaba ese día en Civitavecchia. Pero sí que iban en él, Tereser y su marido Josep. Y nuestros amigos Guillermo y Ángeles. Lo único que pudimos hacer fue contactar con ellos por whatsapp.

Después  de 1 hora aproximadamente en bus, llegamos al también llamado “Bosque Sagrado” de Bomarzo. Un complejo manierista  del S. XVI que nos encantó.

Si vais en alguna ocasión, tenéis que entrar en la Casa inclinada del Parque 😉 y... a ver si conseguís mantener el equilibrio 😀 😀 

Este Parque de los Monstruos, perteneció a la familia Orsini. El Duque de Orsini lo mandó construir en 1547, después de enviudar de su esposa Julia Farnesio.

Hay más de veinte grandes estatuas, que representan criaturas grotescas y personajes de la Mitología.

Cuando murió el Duque, el jardín fue abandonado. Hasta que, a mediados del siglo XIX , lo compró la familia Battini y, después de un gran trabajo de restauración, lo abrió al público.

Cuando terminó la visita del jardín, volvimos al bus para ir a Viterbo. Allí nos habían reservado un restaurante, en el que degustamos la típica pasta de esa localidad: lombrichelli alla viterbesa.

Después del café, la guía nos llevó a hacer una visita por el centro histórico  ( una de las ciudades medievales mejor conservadas de Italia).

Entre otras cosas, vimos el Palacio Papal ( donde se celebró el primer y más largo cónclave ) y la Catedral de San Lorenzo ( que guarda el sarcófago del Papa Juan XXI )

La visita estuvo muy interesante...